La resurrección de Jesús en el tercer día significa la glorificación o la unificación de Su humanidad con Su Divinidad del Padre. Jesús no se quedó en el sepulcro, sino resucitó al tercer día como el más poderoso vencedor de la muerte, resplandeciente por completo de vida. Jesús resucitó por Su propia Fuerza y Poder. Así como lo había hecho antes, el Señor se mostró (corporalmente) a Sus Discípulos, dándoles el mayor y más verdadero testimonio de Su Misión divina y con lo cual hizo que la fe de sus discípulos se fortaleciera por completo. Recién a través de Su Resurrección, Jesús abrió el camino a todas las criaturas a la Vida eterna.
Si bien Cristo es Dios y hombre al mismo tiempo, sin embargo Él no son dos, sino solo un Cristo, totalmente Uno y solo Una persona, de la misma manera como el cuerpo y el alma forman solo una persona, así Dios y el hombre son solo Un Cristo. Debido a la existencia de tal unión o unidad en el Señor, Él resucitó no sólo en alma, sino también en todo Su cuerpo humano, el cual glorificó en el mundo, a diferencia de todas los demás hombres.
El señor ha resucitado no solo con el Espíritu, sino también con el cuerpo, porque ha glorificado toda Su humanidad, todo su lado humano, es decir, lo ha divinizado. Su cuerpo natural se volvió divino a través de la glorificación. El alma que la recibió del Padre era por sí misma la Divinidad misma, y el cuerpo se hizo imagen y semejanza del alma, es decir, del Padre, y por consiguiente también divina. Por eso, a diferencia de los demás hombres, Él resucitó de cuerpo y alma. Esto también lo reveló a los discípulos que pensaban que estaban viendo a un espíritu. Es por eso que Pablo dijo que en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad, y Juan declara que Jesucristo es el Hijo de Dios, el verdadero Dios.
El Señor no ha resucitado en el Alma y el Espíritu, sino en el cuerpo. Su Alma y su Espíritu de Dios no necesitaba resurrección ya que Dios no puede ser matado.
Los discípulos vieron al Señor porque en ese momento sus ojos del espíritu estaban abiertos; cuando estos se abren, lo que está en el mundo espiritual aparece tan claramente como lo que está en el mundo natural.
A través de la resurrección de Jesús, todo ser humano, si quisiera, podría convencerse de que lo humano del Señor es divino, es decir, que Dios en Él es Hombre y que el Hombre es Dios.
Dios (en Cristo) ha vencido la muerte y ha sometido bajo su dominio a la Divinidad (en Su Santidad o en Su Ira), para que Él tenga todo el Poder sobre todo lo que existe, y Su Amor reine para siempre y de vida a todo lo que está sujeto a Él (el Amor).
Debido a la resurrección de Jesús, es imposible que alguien se quede en la tumba. Porque así como por una serpiente vino la muerte a toda carne, la vida (eterna) también vino a través del único Dios-hombre sobre toda la carne humana en la tierra. El antiguo juicio que contenía la muerte fue destruido para siempre por esta única resurrección. Sin embargo, el nuevo juicio que vino con la resurrección es también una muerte; pero no una muerte para la muerte, sino una para la vida.
Al tercer día después de su muerte, el cuerpo de Jesús adquirió la vida completamente transformada, entonces la sobreabundancia del espíritu eterno de Jesús penetró en los hombres y los guió hacia toda la verdad. Recién en tal verdad los hombres serán transformados, al igual como Jesús con Su cuerpo, en sus corazones y sus almas, y ellos mismos tomarán para sí la vida eterna de la sobreabundancia de Su Espíritu, libres e independientes, y sólo así llegarán a ser verdaderos hijos de Dios y permanecerán para siempre.
La resurrección del Señor tuvo lugar al tercer día, como antes había anunciado muchas veces a sus apóstoles y discípulos, es decir, no después de haber pasado completamente tres días. Tenía el poder de resucitar por su propia Voluntad, así como tenía el poder de dar voluntariamente la vida del cuerpo para que todas las criaturas pudieran alcanzar la salvación. De todas las versiones contradictorias de los evangelistas, sólo lo que Juan escribe es lo verdadero. Por decirlo así, el señor solo permaneció aparentemente muerto, durante tres días, por supuesto sólo físicamente. Después de eso Él resucitó y así primero destruyó toda la noche y su juicio.
El Hijo de Dios resucitó de la muerte de Su carne divina con Su propio Poder, para reinar en adelante sobre todo el infinito. La tumba fue cerrada con una pesada lápida y sellada por los romanos. Él se levantó de la tumba por Su propia Voluntad, y de esta tumba se levantó el rostro sereno y extremadamente digno de Jesús, que había sido horriblemente crucificado tres días antes. Él llevaba heridas en sus manos y pies.
Al final del Sábat, siete mujeres llegaron a la tumba del Señor. Sucedió un terremoto , que debe entenderse principalmente en sentido espiritual, es decir, el pleno estremecimiento del corazón antes de que las señales del cielo anuncien al hombre que el Señor ha resucitado de su tumba. Tres de las mujeres vieron dos ángeles, las demás solo uno. La forma de los ángeles correspondía al interior de las siete mujeres. María Magdalena los vio ardientes y brillantes, pero las demás solo vieron que vestían ropa blanca. Esta condición se debe al amor ardiente de María Magdalena y, en las demás, a la mansedumbre silenciosa y el luto.
María Magdalena vio primero a Jesús, por lo que inmediatamente quiso abrazarlo, pero fue rechazada. Solo recién después Maria Juana vio a Jesús y luego cayó con María Magdalena a sus pies abrazándolos a ambos . Maria Jacob y Salomé no vieron nada , pero sólo sintieron la cercanía del Espíritu del Señor. Las otras tres no notaron nada de la aparición del Señor e incluso se empecinaron mucho en el camino para decirles a las dos que su visiones eran tan solo una obra pura de sus acaloradas imaginaciones.
En la primera notificación a Pedro, solo María Magdalena fue la mensajera; todas las demás se quedaron en el jardín donde la tumba había sido tallada en una roca. Sólo María Juana, además de María Magdalena, vio ir y venir a Pedro, el ágil Juan también la había pasado por alto. Ni Pedro ni Juan se quedaron mucho tiempo en la tumba por el gran temor que tenían a los judíos.
De las distintas versiones de los Evangelios bíblicos, solo el relato de Juan es completamente correcto.
Era imposible para los otros evangelistas, incluso con la voluntad más honesta, obtener una imagen clara de todo lo que Jesús hizo, enseñó y le ofreció.
Las declaraciones aparentemente contradictorias de los cuatro evangelistas se basan en las diferentes declaraciones hechas por las mujeres que ven de manera diferente a los apóstoles y discípulos. Por lo tanto, según las creencias de los escribas, los registros también difieren. Aunque escribieron todo bajo la guía del Espíritu del Señor, su voluntad fue sin embargo completamente libre y también lo fue su juicio y su aceptación posterior.
Así que incluso su voluntad a través del renacimiento realizado había sido uno juzgado, sin embargo, su comunicación estaba, además, perfectamente de acuerdo con la voluntad de Dios. Si uno es sólo un mero oyente de la Palabra y quiere ponerla en orden superficial con la mente, naturalmente encuentra las mayores y peores contradicciones precisamente allí donde está en juego su eterna resurrección.
Quien quiera investigar críticamente, debe captar primero el orden de los sucesivos evangelistas y compararlos con los cuatro estados principales en el desarrollo espiritual del hombre, es decir, el proceso en el que el hombre pasa desde su estado de fe exterior hasta su renacimiento espiritual en su interior.
1. El hombre exterior entra a la noche oscura tras el ocaso espiritual.
2. Se inician las tentaciones que duran toda la noche oscura.
3. Llega el amanecer espiritual.
4. Después del amanecer se inicia el día eterno de la vida según San Juan.
Cualquiera que entienda esto nunca encontrará más contradicciones.
En cuanto al número desigual de mujeres, ninguna de las afirmaciones es correcta, porque eran siete. Se dan tres razones para esta diferencia:
La ignorancia de los evangelistas que no sabían el número completo.
Las mujeres deben convertirse en piedra de tropiezo para el mundo.
Nadie debe experimentar la divinidad de la Palabra de Dios por el número de mujeres, sino sólo por la actividad viva desde el fondo de su corazón.
El terremoto mencionado sólo por Mateo tiene su corrección también literalmente, pero debe tomarse principalmente espiritualmente. Significa el pleno estremecimiento del corazón antes de que las señales del cielo anuncien al hombre que el Señor ha resucitado de su tumba. Los otros tres evangelistas no mencionan el terremoto porque solo lo tomaron espiritualmente y solo lo insinuaron a través del temor de las mujeres descritas de la misma manera. En ese momento era una forma más delicada de hablar para ocultar hechos terrenales y dejar que se supieran solo por el estado de ánimo de las personas involucradas.
En Mateo 28:2-3 se menciona a un Ángel de apariencia de relámpago que removió la piedra. En Marcos 16:5, a un ángel con apariencia de un jovencito que está sentado dentro de la tumba. En Lucas 24:4, dos hombres con ropa brillante y en Juan 20:12, dos ángeles vestidos de blanco. Las siguientes razones se dan para esta aparente contradicción:
En cuanto al número de los ángeles, los dos primeros evangelistas, muy concienzudos según la manera judía antigua de hablar, mencionan solo a un ángel porque ambos realizan sólo un hecho y también hablan solo un mismo mensaje.
No todas las siete mujeres vieron dos ángeles, sino solo las primeras tres, y las otras cuatro sólo uno. Dado que sus testimonios a los apóstoles y discípulos eran, por tanto, desiguales, Mateo y Marcos, como escritores muy críticos, no se atrevieron a tomar el número múltiple, para que los judíos cristianos que habían aprendido la ley no fueran considerados escritores incompetentes debido a una error tipográfico. Pero Lucas y Juan, puesto que escribieron la palabra mucho más tarde, fueron más allá de estas bagatelas y dieron a conocer plenamente la declaración de las tres primeras mujeres.
El Señor quiso que esto fuera así, a causa del mundo ciego, porque había rechazado al Señor, para que tropezara hasta la muerte con las mujeres y con el número de sus espíritus mundanos.
Debido al sentido espiritual, aquellos con el mero deseo de oír y la curiosidad de ver, tienen solo un espíritu amonestador para despertarles la fe. Pero el amor de María Magdalena ve también el espíritu superior del Amor y de la Vida, que representa la vestimenta ardiente y brillante.
En cuanto a la apariencia diferente de los ángeles, ésta correspondía al interior de las siete mujeres;
María Magdalena los vio ardientes y brillantes, pero las demás los vieron solo vestidos de blanco.
La causa es el amor ardiente de María Magdalena y con las demás la mansedumbre silenciosa y el luto.
Sólo Mateo da el número simple según la visión de María Magdalena por la causa ya conocida (ver arriba).
Marcos, que es aún más crítico que Mateo, se adhiere a la mayoría de los votos, pero está de acuerdo con Mateo en el número.
Lucas reproduce fielmente la afirmación de María Magdalena, solo que en lugar de usar la palabra “blanco” usa la palabra “brillante” porque exalta más el asunto, y por lo tanto calla sobre la visión de fuego para conciliar las dobles afirmaciones para redondear el tema.
Esto también sucedió según la voluntad de Dios, para indicar el paso de la fe única al amor vivo y activo, como también se puede ver en el orden de los cuatro evangelistas.
Juan habla solo de dos ángeles sentados con túnicas blancas. La causa radica aquí sólo en lo espiritual de su orden evangélico, por lo que se da a entender sobre la inocencia del amor y el descanso desapasionado de la vida eterna ganada.
Y así Juan calla, a pesar de ser el evangelista más ardiente del Señor, sobre el fuego de María Magdalena y su amor mundano apasionado por el Señor, un amor que si bien era justo, pero no del todo fiel al orden celestial.
En Mateo los ángeles bajan del cielo, en número simple, hacen rodar la piedra del sepulcro, o más bien de la puerta del sepulcro, y el ángel y las mujeres entran en el sepulcro.
En el caso de Marcos, la tumba aún está cerrada cuando llegan las mujeres; pero tan pronto como notan que la piedra ha sido removida, entonces entran en la tumba.
En Lucas entran en el sepulcro, que ya estaba abierto; Sólo entonces vienen los ángeles y se lo anuncian a las mujeres.
En Juan sólo, María Magdalena mira dentro de la tumba y recibe el mensaje consolador de los ángeles sentados en diferentes lugares; y esto sucede recién después que Pedro y Juan (que fueron traídos por ella) hayan abandonado la tumba.
La aparente diferencia en las declaraciones se debe principalmente a la voluntad de Dios y al correspondiente santo orden espiritual y celestial, según muestra la secuencia de los cuatro evangelistas en la que se inicia con la fe exterior hasta llegar al más íntimo renacimiento del espíritu.
Esta es la causa principal de las diferentes declaraciones de las siete mujeres, ya que cada una había visto a los ángeles según la naturaleza de su estado interno.
El hecho de que Juan mencionó que Pedro y Juan fueron traídos al sepulcro se debe a que Juan fue especialmente aconsejado, ya que también quería guardar silencio sobre este evento para que todo en él fuera revelado como testimonio espiritual, es decir que el verdadero amor vivo más profundo da todo de sí mismo e incluso nunca querrá ocultar el secreto por más insignificante que sea.
En Mateo, Jesús sólo aparece a María Magdalena y a la otra María cuando ya van camino de los apóstoles y discípulos. En Marcos aparece primero a María Magdalena, aunque sólo se indica vagamente que también apareció a los demás. En Lucas, Cristo no se les aparece a las mujeres en absoluto; y Pedro corre a la tumba sin Juan solo después de la noticia. En Juan, sólo María Magdalena se acerca a los discípulos y les dice que la piedra ha sido removida y después de que Pedro y Juan regresaran, el Señor se le aparece a ella sola y le prohíbe incluso tocarla. Estas diferencias también tienen una razón interna, puramente espiritual.
Fuente: prophetia.org
Traducción: Ciencia y Espiritualidad - Jakob Lorber